dijous, 29 de desembre del 2011

Cuento: los peluches Caldos


Erase una vez una pareja feliz llamados Tim y Maggie que tenían dos hijos, cuyos nombres eran John y Lucy. Para comprender lo felices que eran, es necesario conocer en la situación en que VivÍan.
En aquellos días era fácil conseguir Peluches Caldos. Si alguien deseaba tener uno, solo tenía que decirte: “Quisiera tener un Peluche,” y enseguida sacabas de tu bolsa un Peluche tan pequeño como la mano de una niñita. Tan pronto el Peluche veía la luz del día sonreía y se transformaba en un gran y afelpado Peluche Caldo. Al colocarlo en la espalda, en la cabeza o en el regazo de la persona, se acurrucaba y se derretía encima de la piel, produciendo una sensación de bienestar en todo el cuerpo. Unos a otros se pedían los Peluches y, como eran gratuitos, no había ninguna dificultad en conseguir los suficientes. Al haber muchos, todos eran felices porque la mayor parte del tiempo sentían calor y suavidad.
La bruja, que era muy astuta, imagino un plan perverso. Una hermosa mañana, mientras Maggie estaba jugando con su hija, la bruja se deslizó junto a Tim y le susurro al oído:
“Tim, mira la cantidad de Peluches que Maggie le está  dando a Lucy. De continuar así, no le va a quedar ninguno para ti!”
Tim quedo sorprendido. Se volvió hacia la bruja y le dijo:
“¿Quieres decir que no encontraremos siempre un Peluche en nuestra bolsa cada vez que lo abramos?”
Y la bruja contestó:
“Así es, tan pronto se acaben, ya no tendrás mas.”
Dicho esto, se marcho volando montada en su escoba, riendo a carcajadas.
Tim tomo muy en serio lo que la bruja le había dicho y empezó¢ a fijarse cada vez que Maggie regalaba un Peluche a alguien. En realidad, estaba muy preocupado, porque le gustaban mucho los Peluches de Maggie y no quería quedarse sin ellos. Pensaba que no era justo que Maggie diera todos sus Peluches a los niños o a otras personas. Así es que empezó¢ a quejarse cada vez que veía a Maggie dándolos a otros y, como Maggie le quería mucho, dejo de dar los Peluches a otros y los reservó para él.
Los niños vieron lo que estaba pasando y no tardaron en pensar que no estaba bien regalar Peluches Caldos cada vez que se los pedían o les venía en gana darlos. Ellos también se volvieron conservadores de Peluches. Observaron a sus padres de cerca y, tan pronto vieron que uno de ellos daba demasiados Peluches a otros, empezaron a protestar. A pesar de que en cuando los buscaban siempre los encontraban en la bolsa, poco a poco se fueron convirtiendo en unos tacaños. La gente pronto se dio cuenta de la escasez de Peluches y empezó a sentir la falta de calor. Algunas personas empezaron a sufrir de encogimiento de sus espaldas e incluso murieron a causa de la escasez. Cada vez acudía más gente a comprar, a pesar de su ineficacia, las pócimas y los ungüentos de la bruja.
El hecho es que la situación iba empeorando. La bruja mala que observaba todo lo que estaba pasando, en realidad no quería que la gente muriera (puesto que los muertos no compran pócimas ni ungüentos), por lo tanto, imagino otro plan. A todos les dio una bolsa semejante a la Bolsa de Peluche, salvo que esta era fría en vez de cálida. Dentro de la bolsa de la bruja habían Espinas Frías. Con estas Espinas Frías la gente no se sentía arropada y suave, sino fría y pinchosa. Por otro lado estas Espinas Frías mejoraban la enfermedad de la espalda. Por lo tanto, a partir de aquel momento, cuando alguien decía: “Quiero un Peluche Caldo,” la gente, preocupada por la escasez, contestaba: “No puedo dártelo, pero ¿quieres una Espina Fría?”
Algunas personas se reunían con la esperanza de conseguir un Peluche, pero al final acababan intercambiando Espinas. Como consecuencia de ello, aunque no murieran muchas personas a causa de la escasez, se sentían infelices, frías y llenas de pinchos.
Hubo gente que al hacerse popular conseguían grandes cantidades de Peluches Caldos sin tener que devolverlos. Luego los vendía a los que no eran populares para que pudieran sobrevivir.
Por consiguiente, la situación era catastrófica y todo empezó con la llegada de la bruja, quien hizo creer a todos que el  día menos pensado abrirían su Bolsa de Peluches y no encontrarían nada.
A partir de ahora no se sabe lo que va a pasar. ¨¿Podrán los adultos poner coto a la imprudencia de los niños por la fuerza de la ley? ¿Se unirán los adultos a la Mujer de las Caderas y a los niños para correr el riesgo de que haya siempre tantos Peluches como sean necesarios? ¿Recordaran aquellos días, a los que los niños quieren volver, en que los Peluches Caldos eran abundantes porque todo el mundo los daba gratuitamente?
La lucha se desplegó sobre todo el país y probablemente ocurre justo donde tu vives. Si tu quieres, y espero que así sea, puedes unirte dando y pidiendo Peluches libremente y siendo lo más cariñoso y sano posible.

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