La disonancia
cognitiva se refiere a ese estado interno de malestar y tensión que
sentimos los humanos cuando no parece existir coherencia entre varias de
nuestras ideas, o entre aquello que pensamos y aquello que hacemos. Ante esta
situación, buscamos aliviar dicha tensión como sea.
Podíamos tomar el caso de aquellas personas que se pasan
semanas tratando de decidir qué coche comprarse. Una vez hecha la elección, es
posible que se den cuenta de haber pasado algún detalle por alto y de que su
nuevo coche presenta algún inconveniente con respecto al que no eligieron. Sin
embargo, dado que parece que nos
resulta inasumible psicológicamente aceptar nuestro error, rápidamente
colocamos algún parche para solucionar el problema: “no tendrá techo solar,
pero gasta menos”, “el otro seguro que también daría fallos” o “el que he
elegido es una mejor apuesta a largo plazo”.
En el fondo, parece que el ser humano tiene una incuestionable necesidad de
justificar sus acciones, ante los demás y ante sí mismo, no pudiendo dejar
nada al azar. No es de extrañar que muchas veces se nos tilde de no saber
escuchar, pues en ocasiones resulta una auténtica misión imposible el lograr
que una persona cambie de opinión o vea las cosas de otra manera, pues siempre
buscará ser coherente con sus argumentos.
Finalmente, señalar que las dos
formas más frecuentes de reducir la disonancia cognitiva suelen ser, o bien cambiar nuestra idea sobre algo, o bien cambiar nuestra conducta.
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